Con las debidas autorizaciones, traemos a esta bitácora el texto que Joaquín Aparicio ha publicado en el blog hermano Desde mi cátedra en el que analiza magistralmente alguno de los elementos del informe de los expertos sobre la "sostenibilidad" de las pensiones. Se trata por tanto de un texto que junto a otros, como los de Joan Coscubiela en Nueva Tribuna Descodificando a los expertos,
o al voto particular de Santos Ruesga que ha publicado Metiendo Bulla, El voto en contra en la comisión de sabios ,
sirven para calibrar el alcance de un texto que incomprensiblemente ha firmado el representante de CC.OO y director de su gabinete económico confederal, en completa oposición a la línea política y a las declaraciones de este sindicato, y poniendo en riesgo la unidad de acción, reafirmada sin embargo tras la declaración de ayer de la UGT ( vease en Nueva Tribuna.) y la declaración de CCOO reconociendo no obstante que la participación de su asalariado en la Comisión había sido "un error".( CCOO asume que ha sido un error participar en la comisión de expertos).
El tema da mucho de sí, no solo en cuanto a la materia que está en juego, el recorte de las prestaciones de jubilación y la degradación del sistema de Seguridad Social, sino también respecto de la relación compleja entre "técnicos", "intelectuales" y "sindicalistas", que en una primera nota ha sido abordada por López Bulla Los técnicos y expertos en Comisiones Obreras
El texto de Aparicio es enjundioso y claro. Ahí queda. (En la foto de abajo, Aparicio con los profesores Jaspers (Holanda), Dorsemont (Bélgica), Blanke y Deinert (Alemania) y el titular de esta bitácora en la città ideale de Pienza).
JUGAR CON LAS
CARTAS MARCADAS. A PROPÓSITO DEL INFORME DE LOS EXPERTOS SOBRE PENSIONES.
Joaquín Aparicio Tovar
Beveridge afirmaba que lo más importante para abolir los estados de necesidad en que
los ciudadanos inevitablemente se encontrarán en algún momento a lo largo de su
vida es la decisión política que en ese sentido adoptase el Gobierno. Una vez
tomada esa decisión ( “la opción por la Seguridad Social”, por decirlo con
palabras de Alonso Olea), lo demás es asunto administrativo y de
gestión. Con el nombramiento de una Comisión de Expertos, el Gobierno ha
querido hacer la trampa de ocultarse tras ella y presentar como una necesidad
técnica (por tanto indiscutible) lo que es una opción política en la nueva
reforma de las pensiones que está exigiendo la Comisión Europea. Pero hay que
hacer algunas precisiones. La opción por la Seguridad Social ya no está en
manos de este Gobierno ni de la Comisión Europea, es una opción que hizo el
constituyente de 1978 que no está afectada por las competencias de atribución a
la UE. El art. 41 de la Constitución
(ignorado, por cierto, en el informe aprobado por 10 de los 12 miembros de la
citada Comisión) dice: “Los poderes
públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los
ciudadanos, que garantice la asistencia y las prestaciones sociales suficientes
ante los estados de necesidad…”, tal vez por eso el informe haga varias veces
alusión a que las decisiones en materia de pensiones deben de adoptarse
“por canales democráticos”. Faltaría más.
Podría benévolamente pensarse que ese informe no es más que una contribución técnica
para que los poderes públicos puedan cumplir con la obligación que les impone
la Constitución. Pero no es así. Con el informe ya se están marcando las cartas
con las que se pretende hay que jugar. Un
recto proceder habría sido el contrario. Primero el acuerdo político y social
en el que el Gobierno presentase sus propuestas y, después, los auxilios
técnicos, caso de necesitarse.
Parte el informe
de la confusa tautología de que sostenibilidad “es que el sistema se sostenga
por si mismo”¿Cómo por sí mismo? El Sistema de Seguridad Social se mantiene por
las aportaciones hechas por los sujetos obligados a hacerlas a través de
diversos medios. Hasta ahora el Sistema, a pesar de las apocalípticas
predicciones de “expertos” hechas en el pasado, se mantiene con aceptable buena
salud. Pero los “expertos” que se confundían en pronosticar su ruina Sistema,
no se confundían en lo tocante al dominio ideológico para crear en la población
una falsa conciencia sobre la futura quiebra de
la Seguridad Social, una especie de terror. Y en esas fuentes bebe el
informe. Su objetivo es diseñar el llamado Factor
de Sostenibilidad. Para ello parte de una premisa capciosa contra el sistema de reparto,
cual es que “un sistema de reparto intergeneracional …contiene elementos
potenciales de inestabilidad o desequilibrio”
(p. 4). Pasa por alto que para que las potencialidades lleguen a acto
tendría que haber una voluntad política negligente de los mandatos
constitucionales, es decir, actuar contra la Constitución. Y, desde luego, no
es el Factor de Sostenibilidad la
única opción para evitarlo.
El Factor de
Sostenibilidad ofrecido consta de dos elementos, por una parte el Factor de Equidad Intergeneracional de
las nuevas pensiones de jubilación y, por otra, el Factor de Revalorización Anual de todas las pensiones. El FEI trata de “proteger al sistema de
pensiones de la incidencia sobre el mismo de la mayor longevidad de los futuros
jubilados” (p.10). Puesto que los longevos se aprovechan más del sistema hay
que penalizarles con un coeficiente reductor en el cálculo inicial de su
pensión. Lo sorprendente es que se dice que eso se hace por equidad, porque los
que se jubilaron antes tienen una esperanza de vida menor y se aprovecharan
menos del sistema. Pero esto es ir en contra de la esencial idea de la sociabilidad
del riesgo porque se culpabiliza al anciano de serlo. Habría que recordar,
además, que la esperanza de vida no quiere decir que los sujetos protegidos (concepto
desconocido por redactores mayoritarios en el informe), que son siempre
personas de carne y hueso, vayan a vivir esos años, algunos ni de lejos lo
harán, pero les perjudicó pertenecer a una cohorte a la que el Instituto Nacional
de Estadística atribuyó (con razón o sin
ella) una esperanza de vida más larga que a la anterior. Se presenta como una
gran ventaja que “el ciudadano disponga de herramientas suficientes para prever
las consecuencias de este (el FEI)
sobre su pensión, y actuar individualmente si lo desea” (p. 12), es decir,
contratar un fondo de pensiones o trabajar más años. El FRA es el mecanismo que se propone para la revalorización de las pensiones en sustitución al IPC. Consta
de varios elementos, pero se pueden resumir en la diferencia entre ingresos y
gastos. Cuando haya menos ingresos en el sistema, la revalorización de las
pensiones será menor, y cuando aumenten, mayor. De nuevo se mira al equilibrio
del sistema y no al sujeto para el que se creó. Como el propio informe dice:
“el FS nace para moderar el
crecimiento de las pensiones si los recursos del sistema no son capaces de
soportar un crecimiento mayor” (p. 30) y, de ese modo, cumplir con el art. 135
de la Constitución, que hay que recordar es aquel reformado por el PSOE y el PP
de forma artera en 2011 para garantizar que los tenedores de la deuda pública (a
la que se reconvierte la privada que
conviene a los poderes financieros) cobren con preferencia sobre el resto de
las obligaciones del Estado, especialmente las que se derivan de las
prestaciones sociales.
Muchos aspectos del informe no pueden tratarse aquí. Pero
conviene destacar que está en la onda de deconstrucción del Sistema de la
Seguridad Social. Se habrá observado que no se habla de pensión de jubilación dentro
del Sistema de la Seguridad Social, sino de sistema de pensiones. No existe un
“sistema de pensiones”. Sistema solo puede predicarse del de la Seguridad
Social. Las únicas referencias que los 10 expertos que lo suscriben hacen a ella
es cuando se refieren de modo vulgar ( impropio de unos expertos) a sus Entes
Gestores o Servicios Comunes, al pedir que la “Seguridad Social” informe a los
pensionistas sobre el monto de su pensión y el modo de calcularla, cuando
deberían haber dicho Instituto Nacional de la Seguridad Social o Tesorería
General de la Seguridad Social. No es casual que se trate de evitar cualquier
referencia a la Seguridad Social, porque de hacerlo tendrían que enfrentarse
con que es “una función del Estado”, como ha dejado claro el Tribunal
Constitucional. Lo que distingue a la Seguridad Social de cualquier otro medio
de atención de las situaciones de necesidad es tanto el modo como provee las
prestaciones, como, y sobre todo, el fin que pretende conseguir, que no es otro
que la igualdad real de los individuos, ahora tratados como sujetos protegidos.
Para conseguir la igualdad no basta con la provisión de prestaciones mínimas,
sino que han de ser “suficientes”. Entonces está clara la estrecha relación de
los arts. 1.1 (Estado Social y Democrático), 9.2 (obligación de los poderes
públicos de remover los obstáculos que impiden la igualdad real) y 41
(obligación de los poderes públicos de mantener el Sistema de Seguridad Social
que garantice prestaciones suficientes ante los estados de necesidad), todos
ellos de la Constitución. Lo que quiere
decir que para conseguir la suficiencia de las prestaciones el Estado está
obligado, sea como sea, a encontrar los recursos suficientes. Es claro que son
cuantiosos, pero llevar el debate, como se está haciendo desde algunos años, a
los medios (los recursos y las formas de su obtención) para cuestionar el fin,
es un claro error interesado.
Uno de los aspectos del citado error es haber ido
entrando, desde el primer Pacto de Toledo, poco a poco en la jaula de la
contributividad. Cosa que permea a lo largo del informe que aquí se comenta.
Esa jaula consiste en entender que el grueso de las prestaciones, las que se
dan sin comprobar el estado personal de necesidad, tienen que financiarse con
cuotas calculadas sobre los salarios. Dado que el principio de solidaridad
exige que la Seguridad Social funcione de acuerdo con el sistema financiero de
reparto (los actuales activos financian las prestaciones de los actuales
pasivos), si los salarios caen y el número de desocupados aumenta, es claro que
la financiación se resiente. Mucho más si también aumenta el número de pasivos.
Pero no está establecido en parte alguna que este modo de financiación sea
inmutable. Aún sin crisis, si con menos
trabajadores, por introducción de nuevas tecnologías, por ejemplo, se pueden
producir más bienes y servicios en las empresas, ¿no parece razonable que ese
aumento de la productividad tenga una repercusión en una contribución al
sostenimiento de la Seguridad Social por un tributo afectado a ese fin? Lo que
se quiere decir es que elevar la contributividad a criterio principal, pero en
la práctica casi único, de financiación de las llamadas prestaciones
contributivas lleva a casi inevitablemente a dificultades de sostenibilidad
porque tiende a bloquear nuevas vías de obtención de ingresos y cada pocos años
estaremos en el ritornello de las
reformas que, inevitablemente, pedirán reducción de las prestaciones en aras de
la sostenibilidad. Es, además, una idea
falsa de Seguridad Social, que la confunde con la de Seguro. Induce, en
adición, en muchos perceptores de las prestaciones a una equivocada idea de que
su pensión es fruto de su contribución y a ella tiene que estar directamente
ligada, cuando no es así en un sistema de solidaridad intergeneracional e
intrageneracional como el de todos los Sistemas de Seguridad Social que
merezcan ese nombre.
Cuando la pensión contributiva media en España es de
785,83 €, (364,70 € las no
contributivas), el 77% de los pensionistas no llega a una pensión de 1000 € y
el 26% de los hogares tiene como referencia a una persona pensionista,
cualquier idea de la sostenibilidad del Sistema que implique una la reducción
de las prestaciones, o aumente a los excluidos, tiene que movilizar el
elemental sentimiento de rebeldía contra la injusticia que debería animar a
todos los que comparten las ideas emancipadoras de un sindicato de clase. Puestos
a mejorar ahora mismo la sostenibilidad del Sistema es urgente acabar con la
solidaridad inversa (los que menos tienen pagan más en términos porcentuales
que los que más tienen) que supone la existencia del tope de cotización de
3.425, 70 € al mes. Todos los que ganan menos de esa cantidad cotizan por el
100% de su salario, pero los que ganan más, a partir de esa cifra ya dejan de
contribuir al sostenimiento del Sistema. Una gran injusticia que hace tiempo
que debería de haberse corregido. Es
solo una muestra de que es hora ya de, a partir de un correcto entendimiento de
lo que es Seguridad Social, actuar sobre
los ingresos, no sobre los gastos, y en ese punto hay una amplia gama de
posibilidades para actuar. Pero también es necesario replantear toda la
política económica (no solo social) para ir al pleno empleo, una vez existente
en Europa y dinamitado por la voluntad política de una clase social dominante que
entendía se había ido demasiado lejos en la redistribución de rentas.
2 comentarios:
Ahora también en Sin Permiso
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6079
Con los Beveridge en uno de los estantes del despacho (imposición de Aparicio de un curso de hace años), reconociendo (que no hace falta) su capacidad de hacer emergen la evidencia de que el rey está desnudo, de sintetizar y hacer comprensible “a cualquiera” el asunto vidrioso de las decisiones políticas que vienen afectando al Estado Social y Democrático de Derecho, gracias por los argumentos precisos que desgrana el profesor Aparicio. Hace falta.
Fidencio Martín, Ciudad Real
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