Aunque en esta bitácora no suele hacerse un análisis de la actualidad
política tal como se entiende ésta en los medios de comunicación, es
conveniente verificar cual es el proyecto de reforma en materia de relaciones
laborales y de derechos sociales que se está fraguando en los programas de los
partidos que pueden sustituir al gobierno del PP, puesto que es un elemento de
interés en el debate sobre la necesaria modificación de la situación actual de
degradación continua de los derechos individuales y colectivos y la
entronización de la impunidad frente a los impulsos antidemocráticos que
efectúan poder público y poder privado en España. De los comentarios sobre la
conferencia política del PSOE es conveniente remitirse al blog amigo En campo abierto donde Javier Aristu ha escrito una crónica
lúcida de la misma http://encampoabierto.wordpress.com/2013/11/11/y-volver-volver-volver/
, o a Metiendo Bulla con las sensatas
apreciaciones del propio Jose Luis López
Bulla . http://lopezbulla.blogspot.com.es/2013/11/el-psoe-ha-vuelto-ha-dicho-rubalcaba.html.
En el fin de semana pasado ha
tenido lugar la conferencia política del PSOE, cuyos resultados en términos de
propuesta han sido interpretados de manera unánime como un giro a la izquierda.
Aunque en la pasarela de las caras conocidas algunas de ellas no encajaban
mucho con esta propuesta de izquierda – piénsese en la ex vicepresidenta
económica, devenida apenas abandonó su importante cargo político en consejera
de Endesa en su filial chilena– es evidente que una buena parte de las
propuestas surgidas de la conferencia se alinean en lo que tradicionalmente se
considera posiciones de defensa del Estado Social y de los derechos ciudadanos.
Acompañado de la retórica del retorno, purificados tras la travesía del
desierto y otras alegorías bíblicas - donde solo faltaba quizá la de un
Moisés-Rubalcaba descendiendo del Monte Tabor para guiar a su pueblo a la
tierra prometida, redimido éste del pecado de adorar temporalmente al becerro de oro – es evidente
que los socialistas han comprendido que el espacio electoral ha cambiado por
obra de las movilizaciones permanentes del último trienio, y que es preciso
recuperar propuestas de reforma que les diferencien netamente de la desolación
política, económica y social que han generado los dos años del gobierno popular.
Que se produzca este cambio en el programa y un compromiso público en torno al
mismo es por tanto algo que se debe valorar de forma positiva, como otro de los
efectos de ese amplísimo período de movilización social. Las dudas sobre la
sinceridad de esos compromisos cuando no la aplicación del castizo “a buenas
horas, mangas verdes”, no debería oscurecer lo que sigue siendo un elemento
importante de cambio de propuesta.
Es cierto también que otro de los
resultados de la Conferencia política del PSOE ha sido la de optar claramente
por el modelo bipartidista. Aunque algunas intervenciones de personalidades con
gran peso específico en el PSOE, como la presidenta del gobierno de Andalucía,
daba por supuesto un escenario electoral en el que el PSOE tuviera que
compartir programa de gobierno con Izquierda Unida, la aproximación a esta
eventualidad, que muchos de los “clásicos” del partido repelen, es siempre
desde una relación de subsidiariedad, basada en las estimaciones de las
encuestas de opinión. En efecto, la pasokización
del PSOE no es previsible, pero no es lo mismo un resultado electoral para la
Izquierda Plural de dos cifras más cercano a la segunda decena que a la
primera. Y las encuestas son remisas a considerar el despegue de IU más allá
del 13-14%. Aunque queda mucho tiempo por delante y antes es importante abordar
las elecciones europeas, es posible ir planteando algunos elementos mínimos en
torno a los cuales ir convergiendo entre todos los sectores sociales y
políticos interesados en materia de reforma de las relaciones laborales y de la
protección social.
En el programa del PSOE hay tres
elementos que conviene resaltar. Uno hace referencia a la reforma de la
Constitución, otro a la derogación de la reforma laboral, un tercero a la
opción favorable por el diálogo social como forma de “gobernanza”.
En la reforma de la Constitución,
se insiste en el fortalecimiento de los derechos sociales, pero este es un tema
muy transitado por los movimientos sociales, los sindicatos, los partidos
políticos de la izquierda plural y otro tipo de agregaciones cívico-ciudadanas
con vocación de incidencia política. Hay un debate muy amplio sobre la apertura
de un proceso constituyente cuyos contornos distan de ser homogéneos y
compartidos. Desde la forma de estado hasta el derecho a decidir de los
pueblos, la introducción de instituciones de democracia directa como el
referéndum derogatorio y la iniciativa popular, la reforma del sistema
electoral, la incorporación de los bienes comunes al catálogo de derechos y principios
rectores de la constitución y desde luego el fortalecimiento del reconocimiento
y de las garantías de derechos sociales básicos, entre ellos y de manera
especial el derecho a la vivienda, pero también la educación y la sanidad. Por
tanto el PSOE se sitúa en un cierto debate constituyente, aunque desde una
perspectiva limitada tanto en cuanto al alcance del cambio constitucional como
al ámbito de discusión. A decir verdad son muchos los sujetos interesados en
alimentar este momento constituyente, pero no está claro el alcance de sus
propuestas, en muchos casos – posiblemente coincidentes con los movimientos
sociales más fuertes –polarizadas sobre el aspecto más concreto de la actividad
colectiva sostenida. Es más perceptible un sentimiento difuso muy compartido de
crítica a las instituciones de la democracia representativa y la monarquía
constitucional en relación con su opacidad y corruptibilidad. Lo que parece
importante es mantener una perspectiva abierta del debate sobre lo que se
podría denominar a la chilena “la nueva institucionalidad”, el cambio en el
ordenamiento constitucional y en la conformación política y democrática del
Estado español. Éste no puede ser encerrado en el Parlamento y en la discusión
parlamentaria. Tiene que abrirse a toda la sociedad y plantearse como un
objetivo central, en paralelo a la acción de gobierno, en la idea de poder
acompañar un proceso intenso de intercambio cultural entre las fuerzas
progresistas que refunden el Estado Social y la democracia basada en una
ciudadanía participativa y en una ética de lo público no contaminada por la
corrupción y el interés privado.
En cualquier caso, un elemento
central en las reflexiones sobre la reforma de la Constitución lo debería
constituir el importante art. 135 CE, introducido sin refrendo popular merced a
un pacto bipartisan PP-PSOE en agosto
de 2011, con el gobierno PSOE ya desahuciado. Cualquier planteamiento serio
sobre el fortalecimiento de los derechos sociales tiene que afrontar este
principio de equilibrio presupuestario y corregirlo mediante la introducción de
la cláusula del Estado Social, de forma que la regla de la contención del gasto
no puede prevalecer contra la necesaria garantía de los derechos sociales
promovida por el Estado Social que se expresa en una gran parte de los caso
mediante la erogación de prestaciones económicas suficientes para atender a los
estados de necesidad de los ciudadanos. Es la solución del Tribunal
Constitucional alemán, lo que garantiza que no estamos hablando desde
perspectivas radicales. Pero se trata de un punto irrenunciable para cualquier alternativa
de reforma constitucional que pretenda la
vigorización de los derechos sociales.
El segundo punto importante es el
de la reforma laboral. La conferencia política del PSOE ha decidido proponer la
derogación de la reforma laboral del PP y su sustitución por la legislación
anterior. Sospechosamente pocos son los medios de comunicación que han
resaltado esta propuesta. Este tipo de compromisos no son bien recibidos por
los poderes privados económicos. Pero no se sabe cuál puede ser la legislación
que sustituya a la Ley 3/2012 y sus adherencias posteriores. ¿El RDL 7/2011 de
junio de 2011 y su regulación de la negociación colectiva, la Ley 35/2010 que
constituyó el eje primero de las “reformas estructurales” de la crisis del
euro, ambas normas contestadas por los sindicatos y la ciudadanía en general?
Es evidente que la única referencia que constituye un punto de partida viable
desde una actitud de reformismo social es la Iniciativa Legislativa Popular que
presentaron CCOO y UGT al congreso con el aval de un millón de firmas y que
nunca fue tenida en consideración por los representantes de la voluntad popular.
Ahora es el momento.
En todo caso, es muy importante
indicar el momento temporal en el que se quieren plantear la reforma de la
legislación laboral que lleva consigo la derogación de la emprendida por el
Partido Popular. Con urgencia inmediata, en los primeros cien días de gobierno,
o en el medio plazo. Suele suceder, en efecto, que en los programas de cambio
los aspectos laborales quedan en un segundo plano, como si fuera un elemento
subsidiario a lo que constituye el eje de la actividad del cambio político y
social de la nueva mayoría avalada en las urnas. El ejemplo chileno actual es
muy ilustrativo. Bachelet, que es la
casi segura ganadora de las elecciones de finales de noviembre, ha avanzado un
programa en el que la reforma educativa y la reforma fiscal son los elementos
de choque. La derogación del Plan Laboral de Pinochet, que para bochorno democrático sigue en lo sustancial en
pie veinte años después de los gobiernos de la Concertación, no se considera
una prioridad. Por eso la CUT, la central sindical chilena, presidida por una
dirigente inteligente y combativa, Bárbara
Figueroa, por vez primera en la historia de las contiendas electorales
chilenas ha decidido mantener su independencia en la elección presidencial
sostenida por la Nueva Mayoría, donde
participa el PC chileno, porque entiende que las reformas aceptadas por el
próximo gobierno no cumplen los mínimos del programa del sindicato – no aceptan
por ejemplo, la regulación de la negociación colectiva de sector, todavía
obstaculizada hasta su impedimento en el sistema legal – y no están dispuestos
a que la democratización de las relaciones laborales y el respeto de la
negociación colectiva sigan siendo objetivos pospuestos en la acción del
gobierno de progreso.
El gobierno de las relaciones
laborales debe regirse por un principio de diálogo social. Es un buen
principio, pero la situación de la que partimos impide aceptarlo en sus
términos tradicionales. La CEOE-CEPYME ha firmado en dos ocasiones acuerdos de
importancia con el sindicalismo confederal que han sido posteriormente
ignorados - y negados en sus líneas
fundamentales – por la acción legislativa del gobierno. La asociación patronal
no ha defendido el contenido de lo que había pactado con los sindicatos, al
contrario, se ha desembarazado de ellos considerándolos apenas firmados como
papel mojado y ha abrazado con entusiasmo la vía de la reforma legal que
devastaba el espacio de los derechos laborales individuales y colectivos. A su
vez se ha negado a avanzar en la negociación colectiva, para forzar una
devaluación generalizada de salarios y de condiciones de trabajo como condición
de la realización del acuerdo. La representación empresarial por consiguiente
no tiene credibilidad como agente social autónomo en un momento de cambio.
Es preciso por tanto un esquema
de interlocución con el poder público en el que se construya por éste una
relación preferente con los sindicatos, sin excluir naturalmente a los
empresarios del proceso de consultas de las políticas sociales, pero no
considerando imprescindible su consenso sobre los ejes centrales del cambio. El empresariado debe recobrar una posición activa
en los procesos de negociación colectiva, pero posiblemente ello exija una
actividad de promoción de la misma por parte de la norma legal en un sentido
inverso al que se da actualmente. La norma estatal debe acentuar sus perfiles
imperativos en los elementos clave de la relación salarial y de empleo como
norma mínima, que la negociación colectiva puede desarrollar y ampliar, pero
que debe asimismo respetar en su regulación concreta en la empresa y en el
sector. Una norma de promoción colectiva, no de sustitución del sistema de
negociación por un sistema de empresa pre-ordenado por la voluntad unilateral
del empresario. El desarrollo y el fortalecimiento a través de la ley de nuevos
derechos de información y de consulta, junto con fórmulas de co-determinación
en la empresa, serían asimismo funcionales a este mismo fin.
Abrir un debate sobre estos y
otros elementos de la propuesta socialista no es una tarea a la que no esté
acostumbrado el sindicalismo y los movimientos sociales. Al contrario, se ha
ido decantando un análisis prolongado de la situación crítica para los derechos
derivados del trabajo a la vez que se han formulado alternativas a este proceso
durante los tres últimos años de movilizaciones permanentes. Es una buena
noticia que el PSOE haya vuelto. Sería mejor que además se quedara entre
nosotros, y no tuviera que volver a irse, hasta el día del juicio final, porque
su reino no es de nuestro mundo.
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