Los medios de comunicación están dando cuenta en estos
días de un hecho notorio: la desigualdad ha aumentado de forma exponencial con
el comienzo de la crisis en el 2008. Lo ha hecho en todo el mundo, afirma un
informe del Credit Suisse, porque los
cálculos resultantes son estremecedores: la mitad de la riqueza del mundo está
en manos del 1% de su población. Para el informe de esta institución
financiera, el tema es muy preocupante porque eso supone la progresiva
debilitación de las “clases medias” que son las que proporcionaban solidez a un
esquema social y económico de capitalismo desarrollado. Sólo en China parece –
siempre según el informe citado – que la clase media crece. Tanto que comienza
a emparejarse en importancia con el caso norteamericano. (La noticia puede
leerse aquí, The Guardian. Inequality report)
En Europa, los informes vuelan. Y la desigualdad es creciente, siempre más
acusada en aquellos países en los que las políticas de austeridad propiciadas
por la gobernanza europea han sido sistemática y profundamente aplicadas. El
informe de la OCDE de antes del verano ofrecía un panorama desolador para
España desde el punto de vista de la exacerbación de las desigualdades
sociales, el aumento de la brecha salarial y el incremento de la pobreza junto
con la permanencia de una situación de paro severo. Para calibrar este dato hay
que tener en cuenta, que aunque entre 1995 y 2007 se procediera a una época de
crecimiento económico-la etapa de la
burbuja financiera y la especulación inmobiliaria en España – pese a ello la distribución de la renta mostró
una dinámica tendencialmente desigual
muy profunda. Con la crisis, a nivel global, se abren dos etapas muy marcadas.
En los primeros años de la misma, 2008-2009, los sistemas de protección social
de los Estados funcionaron bastante bien, y no hubo un marcado incremento de la
desigualdad. Pero el escenario cambió a partir del Pacto del Euro y la política
de austeridad llevada a cabo en la zona euro como aplicación del mecanismo de
estabilidad. Las rentas del trabajo perdieron peso en el reparto del valor del
producto social en una medida desconocida en la experiencia reciente, lo que
implica el capital se apropia de una porción mayor del producto social. Además,
entre los propios trabajadores se está
ensanchando el abismo entre los que más ganan (directivos o “trabajadores
capitalistas”) y las retribuciones medias del resto de los trabajadores, donde
la devaluación salarial es cada vez más intensa. (La desigualdad crece FUHEM)
Obvio es añadir que estos altos directivos y las propias empresas cada vez
pagan menos impuestos, como se puede comprobar de la recaudación del impuesto de
sociedades.
En un reciente informe presentado a la prensa por Carlos Bravo, CCOO ha denunciado que los presidentes del IBEX ganan
158 veces más que sus empleados, y el sueldo
de los responsables de esas empresas aumenta hasta un 80%, mientras que el de
los empleados se redujo un 1,5% durante el 2014. La noticia puede consultarse aquí:
(Los directivos IBEX gana 158 veces mas que sus empleados).
Es ya una tendencia reiterada en este
país, en donde la aplicación de la reforma laboral ha generado una fuerte caída
de los salarios y la paralización de la negociación colectiva junto con un
verdadero ataque en toda regla a la estabilidad en el empleo. Desde que comenzó
la crisis más de cinco millones de trabajadores con contrato indefinido han
sido despedidos, cada vez por menos dinero, cada vez más baratos. El análisis
de los economistas sensibles ante este tema - como el que puede (y debe) leerse en el
semanal AHORA Una rectificacion en el mercado de trabajo - ofrece una valoración extremadamente
negativa de estos hechos, pero son mensajes que no llegan a los grandes medios
y si lo hacen funcionan como “visiones” de parte, una especie de profecías de
Casandra que al poder económico y político no agradan y se ocultan o se
contraprograman con las excelencias del crecimiento económico y del empleo. Se
crece al 3%, y la devaluación salarial sigue produciéndose, pero eso no importa
a la hora de cantar las excelencias de la gestión del gobierno.
Es evidente que las políticas de austeridad impulsadas en España por el
gobierno del PP y antecedidas por el último y preagónico gobierno PSOE, han
propiciado un escenario muy claro respecto de cuáles son las prioridades y los
objetivos de esta política. Tras la socialización del riesgo bancario que el
sistema financiero español había imprudentemente abordado y que fue
generosamente financiado por el endeudamiento público en el que ahora nos
ahogamos, las políticas de ajuste generadas a partir del 2012 han mantenido un
cuadro de desempleo de masa, desregulación fuerte de las relaciones laborales a
favor del poder unilateral empresarial, aumento exponencial de las
desigualdades sociales e incremento de la pobreza sin protección social, y el
enriquecimiento continuo de la élite empresarial y financiera. Es razonable
entonces que el esfuerzo de estos grupos de poder económico por mantener a toda
costa esta situación de privilegio sea extremadamente fuerte. Y que no estén en
condiciones de querer pactar o llegar a un acuerdo de redistribución global
menos favorable. Están plenamente seguros de que se encontrarán bien
representados políticamente en las elecciones del 20 de diciembre próximos. Y
su apuesta es segura porque juegan en muchos números.
Frente a la certeza y confortabilidad de las clases (cada vez más)
dominantes, las personas que trabajan, los ciudadanos desiguales en sus
variadas categorías, empujados (cada vez más) a la subordinación y a la
impotencia, sufren una severa crisis de representación. Representación
política, porque no encuentran un sujeto político que interprete sus
necesidades y presente propuestas seguras de transformación, y representación en
el trabajo, puesto que el sindicato aparece demasiadas veces como un horizonte
lejano frente a la realidad de la precariedad y la explotación (cada vez más)
habitual, y porque se percibe como un profeta desarmado, sin capacidad de
intimidación sobre el poder económico y político.
Hay sin embargo tendencias en acto y líneas de desarrollo que apuntan a una
recuperación de la representación política que vigorice la democracia real
desbordando los elementos autoritarios (cada vez más) presentes en los sistemas
parlamentarios actuales, y en el sindicato se dan muestras de recuperación de
la capacidad de respuesta y de propuesta frente a la situación de explotación y
desigualdad extrema. En ello estamos, y aunque el momento histórico está muy
marcado por las citas electorales, hay que pensar también más allá y continuar
trabajando teórica y prácticamente estos dilemas. Como el viejo topo que
escarba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario