Aunque la
opinión pública no es consciente, porque se trata de un tema que no genera
atención mediática, la Universidad pública española languidece lentamente en
esta época post-crisis. Una lenta agonía de la universidad que se precipita,
como tantas otras desgracias en nuestro país, a partir de los terribles
recortes del 2010-2011 y la posterior gestión de ls mismos especialmente en las
Comunidades Autónomas gobernadas por el PP, como señaladamente sucedió con la Universidad de Castilla La Mancha,
durante el tiempo que gobernó la región Maria
Dolores de Cospedal, hoy al parecer felizmente retirada de la política
activa.
Por hacerlo corto, la
investigación ha sido reducida a límites excepcionales, la incorporación de
jóvenes a las tareas universitarias es un empeño titánico, en un panorama en
donde el incremento de plantilla estable se entiende incompatible con el
control del gasto público, el equilibrio presupuestario y el pago de la deuda.
Por ello se impide la creación de plazas de contratados estables y se fomenta la
de contratados a tiempo parcial, falsos profesores asociados que hoy pueblan
las aulas encargándose de partes importantes de la docencia mientras son
conscientes de que jamás alcanzarán un puesto estable mientras dure esta
virtual estabilización de plantilla entre los que salen por jubilación y
fallecen y las nuevas contrataciones a tiempo completo. La consolidación por
otra parte de la excelencia
investigadora como pauta de asignación de recursos por un lado castiga a
los estudios con menos doctores y de nueva creación, de otro ha generado una
competencia individual sin cuartel entre los investigadores, en donde su
carrera entendida como trayectoria personal basada en su valía, aparece directamente
ligada a la consecución de los méritos ANECA con vistas a su acreditación, sin
mayores referencias colectivas o de pertenencia a un grupo de trabajo. Tampoco
los servicios universitarios están exentos de esa tendencia a la precarización.
Es sabido el uso continuo de becarios en sustitución de puestos de trabajo
estables en la administración de servicios, sobre los que la mera petición de
que coticen por su tiempo de (falsa) formación ha provocado incluso la enérgica
protesta de las autoridades universitarias, por el “enorme coste” que al
parecer lleva aparejado cumplir con la legalidad. El recurso a la
externalización de servicios es cada vez más practicado, y el desplazamiento de
tareas administrativas hacia el personal docente e investigador es un hecho
frente al que se producen cada vez más quejas.
Las condiciones de trabajo
inestables e ilegales en la Universidad están atrayendo la mirada de los órganos
de inspección y control de la actividad laboral, la Inspección de Trabajo, y
cada vez son más numerosos los supuestos en los que la magistratura entra a
considerar el caso de los profesores (falsos) asociados. Es el sindicalismo el
que está interesado en este aspecto desde la temática de los derechos, recuperándola
y extendiéndola a un sector, el de la docencia e investigación universitaria,
que parece ignorarlo. En este blog recientemente nos hemos ocupado del tema al
menos en dos ocasiones. La primera, dando cuenta de un seminario sobre los
derechos del profesorado universitario y su carrera profesional (que se puede
ver en este enlace Los derechos del profesorado universitario)
la segunda, mediante el análisis de la nueva regulación del Personal
Investigador en Formación (que se puede ver en El personal Investigador en Formación (PIF)).
Hay que resaltar que son los sindicatos quienes reivindican la legalidad y defienden los
derechos de los trabajadores y trabajadoras universitarias ante unas
autoridades académicas que están empeñadas en ignorarlos o negarlos.
Las políticas de recortes que
inauguró la crisis en nuestro país abortó la posibilidad de la negociación
colectiva y por tanto la posibilidad de desarrollar autónomamente en cada
universidad una serie de derechos sobre las condiciones de trabajo.
Tradicionalmente la mediación sindical es mal considerada por los órganos de gestión
universitaria, se entiende que es una rémora a los objetivos que debe cumplir
la Universidad. Si antes lo sindical se consideraba un enemigo de lo excelente
ahora a esa contraposición se une la de que el sindicato impide que cuadren las
cuentas de los planes de inversión que pactan los Rectores con los gobiernos
autonómicos.
Esta situación tan negativa se
agravará en los próximos años. De un lado porque una buena parte del
profesorado senior se jubilará en el
arco temporal de cinco años, lo que reducirá de forma sensible el porcentaje de
trabajo estable que no será compensado por la creación de nuevas plazas. Por
otro, más inminente, porque hay un pesado clima anti universitario – entendido como
universidad pública – que se extiende en las ideologías de extrema derecha tan
presentes hoy en el panorama político español, que va a producir nuevos
recortes de fondos públicos y, como enseñan las comunidades de Madrid y de
Valencia, un repuntar de universidades privadas. Una tendencia al control de la
autonomía universitaria tanto desde el poder publico como desde el mercado. A
fin de cuentas, la excelencia se lee como capacidad de concurrir en el mercado
de los productos derivados de la investigación, de la transferencia de
conocimientos a las empresas y agentes privados.
En este panorama, se impone
revalorizar la perspectiva sindical. Los sindicatos en la enseñanza
universitaria, con todas sus carencias – que las tienen, comenzando por el
grado excesivo de pluralización sindical – son los instrumentos que permiten
entender el trabajo –también el universitario – como un espacio de derechos.
Una labor democrática que debe ser entendida y participada por todos los
miembros de la comunidad universitaria, empezando por las autoridades
académicas.
Hoy, 8 de mayo, se celebran las
elecciones a Juntas de Personal en la Universidad Castilla La Mancha. Iremos a
votar – en mi caso la lista que presenta CC.OO. – con la convicción de que solo
unos sindicatos fuertes permitirán que el trabajo universitario se dignifique y
alcance los niveles que han sido degradados terriblemente como consecuencia de
la legislación de la crisis.
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