sábado, 13 de julio de 2024

EL "POTENTE MENSAJE DE UNIDAD Y COHESIÓN" DE LA OTAN EN WASHINGTON Y EL REDOBLAR DE LAS INCERTIDUMBRES SOBRE EL GASTO MILITAR Y EL BELICISMO RAMPANTE

 


La cumbre de la OTAN en Washington ha recuperado un mensaje agresivo contra Rusia y China – que se ha enfurecido – ignorando como es ya costumbre el genocidio que se sigue produciendo en Gaza por el estado de Israel y el gobierno de Netanyahu. La escalada militarista va a la vez que una cada vez menos disimulada amenaza bélica implicándose en el conflicto de Ucrania, a la que se garantiza la presencia en la OTAN en el inmediato futuro. La búsqyeda de una solución pacífica de alto el fuego no se contempla realmente, y se vuelven a editar los mensajes más duros de la guerra fría del siglo pasado. La situación es muy complicada y los resultados de las elecciones del gran patrón norteamericano, líder del mundo libre, en el próximo noviembre, añade incertidumbre – y riesgos – a este cuadro. Una reflexión sobre estos temas, traducida del periódico Il Manifesto, que no suele ser común en nuestros medios de comunicación, puede resultar de interés aunque induzca al desasosiego colectivo.

Una Alianza del Noreste. Un pacto asocial

Francesco Strazzari

(Il Manifesto, 13.07.2024)

Mientras el octogenario Joe Biden confunde los nombres de amigos y enemigos, la Alianza Atlántica -que cumple 75 años- lanza un vídeo de celebración que comienza con la pregunta "¿qué representa la OTAN? Un breve clip lleno de imágenes cautivadoras: militares y civiles realizando sus tareas cotidianas en un crescendo musical en la gran comunidad que apoya a Ucrania contra la agresión.

Tras el infalible Slava Ukraini, llega la coda al estilo de E pluribus unum: "OTAN significa cosas diferentes para cada persona, pero una cosa para todos: la protección de la libertad, la democracia y nuestro modo de vida". La cámara se detiene únicamente en rostros blancos, en su mayoría rubios. Las mujeres aparecen y hablan, pero no hay rastro de sociedades compuestas: ni minorías, ni hijos de inmigrantes con uniforme. Las banderas estadounidense y británica permanecen distantes y desenfocadas. En definitiva, vídeo-propaganda dirigida al público del noreste de Europa: los nuevos miembros escandinavos, los bálticos y Polonia. Un mundo del que salió la nueva ministra de Exteriores de la UE, la estonia Kaja Kallas, que empezó diciendo que "no hay que tener miedo de la propia fuerza": al contrario, hay que "aumentar el apoyo al camino de Ucrania hacia la victoria". El vídeo casi parece retratar un mundo post-Trump: eclipsando al secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, y al recién nombrado secretario de Exteriores británico, el laborista David Lammy, ambos negros, se disponen visualmente las baldosas de una comunidad de seguridad impulsada por el Báltico, donde la diversidad encuentra su límite en una idea de nación familiar de la historia europea.

Ni que decir que la cumbre de Washington insistió mucho en la vocación global de la Alianza, exhibiendo la implicación de los socios de la región Indo-Pacífica (los llamados IP4, es decir, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón), en un momento en que la estrategia de contención de China empuja a Washington hacia nuevas bases militares en Filipinas. Cada vez está más claro cómo, incluso en medio de las contradicciones, lo que impulsa a Rusia y China a converger es más de lo que hoy las divide. Al mismo tiempo, para China, una guerra prolongada a lo largo de las fronteras europeas distrae a Washington de Asia. Los socios de Moscú y Pekín, Irán y Corea del Norte, buscan oportunidades para seguir siendo actores clave a través de sus propios aparatos -misilístico y nuclear-. Mientras tanto, la India de Modi, un importante cliente energético preocupado porque Moscú gravita cada vez más en la órbita de Pekín, exhibió su abrazo a Vladimir Putin en vísperas de la cumbre de la OTAN, justo cuando los misiles rusos masacraban Kharkiv. Turquía, miembro de la OTAN, persigue prioridades opuestas a las de sus aliados, a los que se siente vinculada por un mero pacto de defensa.

Por mucho que Biden reitere que su propio plan para poner fin a los combates está cerca de dar resultados, la evocación de Israel abre de par en par el abismo del doble rasero y de la complicidad occidental con una violencia de proporciones genocidas. Se podría seguir, considerando el Golfo, Siria, el desastre afgano y los demás capítulos de los que la OTAN prefiere no hablar. Trump ya insinúa que no quiere compartir inteligencia con los europeos, mientras el soberanista Orban, repudiado por la diplomacia europea, va a rendirle pleitesía a Mar-a-Lago, y sale con la noticia de que Trump resolverá la guerra y traerá la paz.

En medio de tensiones bélicas, guerras comerciales e impulsos revisionistas, para el bloque de democracias occidentales, anclado en el poder militar estadounidense, el reto consiste en mostrarse mucho más compacto, capaz de visión y dotado de soluciones que cualquier otra hipótesis y combinación que se esté perfilando en la escena internacional. En otras palabras, se trata de demostrar que incluso en esta fase histórica, a pesar de la polarización política interna, los aliados atlánticos e indo-pacíficos saben crear un ecosistema de disuasión global capaz de prevalecer incluso en guerras prolongadas que ponen a prueba la economía y el consenso político. Ucrania, en este sentido, no es sino el teatro que pone a prueba esta ambición.

En la OTAN, después de que se pidiera al laborista Jens Stoltenberg que aguantara hasta el final de la presidencia de Trump, la nueva fase verá al liberal-conservador Mark Rutte intentar liderar una alianza igualmente "a prueba de Trump". Esto implica un aumento sustancial del gasto militar europeo: en 2022 había 7 miembros de la OTAN que gastaban el 2% del PIB en defensa, dos años después son 23. Esto no incluye a Italia, que tendría que encontrar alrededor de diez mil millones para llegar allí. El Partido Laborista británico (Partido de la OTAN, en palabras del recién nombrado ministro de Defensa, John Healey) ya ha anunciado una revisión de los gastos de defensa para alcanzar el 2,5%. Ante los signos de crisis política que emanan de la mayor potencia militar del mundo y la agresividad demostrada del régimen de Putin, es raro encontrar distanciamiento de la idea de que Europa, en palabras del saliente Josep Borrell, debe reconstruir las bases industriales de "nuestra defensa". Los dirigentes europeos se verán cada vez más obligados a justificar ante el contribuyente estadounidense que la OTAN es una buena inversión. Hacerlo afectará al pacto social, además de cuestionar los objetivos de contención del calentamiento climático. En los países del noreste de Europa, el gasto militar ya representa una parte mucho más importante del PIB: sólo en Polonia se prevé un aumento del 75% del gasto militar en 2023.

La cuestión afecta sobre todo a la Europa occidental, continental y mediterránea. Aquí no gobierna el Partido Popular Europeo. Aquí, más que en ninguna otra parte, se trata de saber hasta qué punto las derechas atlantistas trabajan realmente para Trump, y hasta qué punto las izquierdas, tanto en el gobierno como en la oposición, serán capaces de abordar los conflictos, encontrando síntesis y respuestas coherentes capaces de dictar la agenda.

 

 


No hay comentarios: