Estamos todos los españoles - y no sólo nosotros en Europa, ciertamente - padeciendo una inmersión plena en técnica financiera, funcionamiento de la banca y equilibrio presupuestario. Todos tenemos que hablar y conocer de economía, con el agravante que las fuentes de las que nos nutrimos - los medios de comunicación fundamentalmente - suelen ser monocordes en su neoliberalismo y mudables en sus pronósticos cual pluma al viento. Es cierto que cada vez más se puede consultar páginas web fiables, además de leer a los clásicos críticos que nos han ido acompañando durante el proceso acelerado a partir de mayo del 2010 como Juan Torres o Vicenç Navarro. Para esta bitácora, las páginas de Econonuestra, el blog de Juan Laborda y el del colectivo Xan Errasti, son los lugares más frecuentados. Hoy, además - es decir el sábado 9 de junio - la noticia de tarde ha sido el rescate de la banca quebrada española a cargo de fondos europeos en una cantidad inconmensurable, cien mil millones de euros. Frente a ello, el comité de redacción en servicio de urgencias y festivos ha obtenido de un corresponsal secreto, este texto que publicamos en rigurosa primicia, antes de que salga publicado en la revista electrónica de Mientras Tanto. Como se podrá comprobar, es claro y directo. Dice así:
NO
RECAPITALIZARÁS LA BANCA CONDENADA
Perfecto Dúo Bellat
0. Propósito
Esta nota pretende apuntar, a modo de argumento sucinto y no de explicación
detallada, cuatro posiciones en sus correspondientes cuatro apartados:
1. A todas luces, en España
sobran bancos. Aprovechemos la ocasión de la quiebra de los peores para realizar
la reestructuración de un sector excesivo en su papel y en su tamaño, en lugar
de endeudarnos colosalmente recapitalizándolos a costa de Estado, bien sea con
emisión de deuda de éste o de fondos comunitarios que habrá que devolver.
2. Recapitalizar (reflotar,
rescatar, salvar; resucitar a los muertos
también puede ser apropiado en este caso) la banca quebrada, entendiendo
por ello a la mayoría de las antiguas cajas y algunos bancos, le costará al
Estado, como se verá, alrededor de 85.000 millones de euros. Esa cifra, cuya brutalidad se hace patente cuando se la compara
con las partidas presupuestarias, se aplicará sin retorno posible a unas
entidades que, además de
innecesarias, no tienen valor de
mercado: ese dinero se enterrará inútilmente.
3. En lugar de a una
capitalización de una banca ya condenada, los fondos –porque haberlos los hay,
tal como ha demostrado la postura gubernamental sobre el reflotamiento bancario—
deberían emplearse en facilitar crédito directo a la economía real. Con tales
cifras se podría generar un volumen de crédito suficiente para estimular una
recuperación económica y una reversión de los recortes.
4. La principal de las excusas
para comprometer los recursos públicos en recapitalizar la banca quebrada es una
presunta protección a los ahorradores, que son los principales acreedores de
cualquier banco. Grosera falacia: no hay nada que les apetezca más a los bancos
no quebrados que incrementar su mermada
liquidez pujando por esos depósitos ahorrados. Tal y como está la pelea por los
pasivos (ahorros, depósitos) en el mercado bancario español, habría cola para por la captación de los de la banca quebrada.
El resto de las partidas a liquidar del balance de ésta tiene, como veremos,
destinos más que ya transitados, desde luego más factibles que dilapidar de
manera mema y masiva fondos públicos.
1. Minimizar el sistema
financiero sobrante
1.1. Está más que ampliamente aceptado
y documentado que el sistema financiero tiene, en todos los países
principales, un peso excesivo respecto a
la economía real, por amplia que sea la definición de ésta.
1.2. Sobre la salida de la
crisis se dan importantes divergencias políticas y teóricas. Pero en lo que
refiere a sus causas coincide una amplia opinión dominante: la crisis proviene
de una alimentación desproporcionada del crecimiento económico por parte del crédito.
1.3. En España, la
macrocefalia (con todos sus síntomas de tamaño y de patologías conexas) del
sistema financiero es más severa todavía. Ningún otro país de la OCDE cuenta ni
siquiera con la mitad de agencias por habitante y algo similar pasa con los
cajeros automáticos y los empleados. Aquí fueron tan desorbitados los
beneficios bancarios desde los años 80 que daban para esa prodigalidad de
medios y para más. Pero eso se acabó. En unas circunstancias, permanentes en lo previsible, en las que la banca española
tendrá en su país los mismos márgenes, y ya es suponer, que los bancos europeos
en los suyos, sobran indefectiblemente una enormidad de agencias (no menos de
dos terceras partes) y de empleados bancarios; y eso sin asumir lo que
irremediablemente va a suceder: que la banca europea disminuya su capacidad instalada –sus oficinas,
sus funcionarios, sus infraestructuras—, lo que nos hará aún más obesos en términos
relativos.
1. 4. La contribución del
sistema financiero español a las crisis económicas del país es tradicional. Uno
de los que escriben este papelillo las ha vivido todas desde mediados de los
setenta y estuvo en los equipos de las intervenciones de Catalana, Rumasa y
Banesto por el Banco de España. Alguna de esas crisis bancarias anteriores
superó en coste el 20 por cien del PIB, pero la diferencia es que el
reflotamiento fue realizado básicamente por los bancos mejores –que entonces
tenían unos beneficios mucho mayores en su negocio en España— y no por el
Estado. La crisis actual, derivada principalmente de la especulación
inmobiliaria de los últimos quince años, no lleva trazas de solución o, al
menos, lo que es seguro es que no pasa por la recapitalización de la banca
condenada.
2.
Que no nos den vela en este entierro
2.1. Las cifras de la mora
bancaria española, contabilizada o no, producen vértigo. Sólo los solares abandonados
o a semiconstruir financiados a promotores rondan un tercio del PIB, unos
250.000 millones de euros (más de 170.000 ya están considerados morosos ahora,
así que es una cifra optimista). Habrá que añadirle pisos y locales sin demanda
factible, hipotecas impagables (éstas, otros 65.000 millones adicionales, como
mínimo) y créditos a empresas con las ventas por los suelos (la mora
empresarial en abril superaba el 7 por cien). De ese agujero, para las antiguas cajas y un par o tres de
bancos, sobre 85.000 millones de euros
(*) vendrán del Estado (o de fondos
europeos que nos endeuden) para capitalización directa de la mayoría de las
antiguas cajas y de dos o tres bancos. Es decir, dinero contante y sonante —sea
en deuda pública o en fondos europeos a devolver— que se enterrará en el
capital de unas entidades que no valen nada. Eso si no lo evitamos, pero puede
evitarse, como se verá al final de estas líneas.
2.2. Lo de enterrar el dinero
público no es un eufemismo. Primero, porque no hay devolución posible: “no son
ayudas sino capital y no hay que devolver nada”, el nuevo presidente de Bankia dixit. Segundo, porque no hay esperanza
de resurrección: los políticos correctos ejercen el cinismo o la ignorancia cuando
hablan de recuperar el dinero público
que califican de “invertido”: nunca los beneficios de esas entidades van a ser
positivos y, si se presentan como tales, será por puro artífico contable. Catalana, los bancos de
Rumasa y Banesto tenían un valor aún quebrados, como se vio cuando pujaron por
ellos los bancos sanos, por dos circunstancias: porque sus redes de oficinas generaban
entonces cierta rentabilidad –fruto de los elevados márgenes del sistema—; y porque
las ayudas del Banco de España se pagaban a unos tipos de interés menores que
los que obtenían los bancos en aquellos momentos. Ahora, lo quebrado ya no vale nada: ninguna
pretendida “inversión” pública se recuperará jamás.
2.3. La imposibilidad de
retorno de los fondos públicos empleados en la recapitalización se basa en tres
evidencias definitivas:
-Una, si todas las oficinas de las entidades quebradas
desaparecieran, a los ciudadanos no les faltarían servicios bancarios. Lo único que pasaría es que se racionalizaría,
y aún sólo en parte, un sistema financiero hipertrofiado: cuantos menos costes
por exceso de medios superfluos, menos podría cobrarse por los créditos.
-
Dos, las cuentas de resultados de los bancos condenados están muertas
hasta el juicio final; todo fondo estatal o comunitario que se entierre en los
quebrados se perderá.
-
Y tres, con una perspectiva indefinidamente larga de bajos tipos interés no
habrá altos beneficios bancarios –ni aunque no se arrastrara, como se arrastra,
la imposible losa de morosidad de esas cajas y bancos españoles— en décadas.
2.4. Lo que significan esos
85.000 millones que van a dilapidarse, si la gente no lo remedia, en unas
entidades que sobran —que no tienen ninguna utilidad, que no valen nada— es una
barbaridad: unas ocho veces el tijeretazo a sanidad y educación de 2012; dos
veces la suma de los recortes y subidas de impuestos de 2012; quince años de
inversión –con base al año actual— en investigación; más de tres veces lo que
se pagará este año en intereses por la deuda estatal; dos años y medio de prestaciones por desempleo. Añadamos una
referencia que no aporta tanto sufrimiento como las que acaban de darse, pero
que desenmascara absolutamente la idea de una “inversión” estatal que se
recuperará en su momento: toda la banca española, la capitalización de todas
sus acciones, incluyendo a Santander, BBVA y Caixabank, ha llegado a valer en
Bolsa menos que esos 85.000 millones. Menuda
“inversión”.
3.
Convertir la recapitalización en crédito directo
3.1. Lo que se perpetra hacer no
tiene ni pies ni cabeza. La nacionalización, en especial del sistema
financiero, siempre se le ha antojado simpática a la izquierda social. Bueno,
pues hay que despertarse: en este caso la nacionalización vía recapitalización es la medida más lesiva para la gente común.
Como todo, depende de quién la haga, cómo la gestione, cuánto cueste y cuánto
rinda socialmente. Para abreviar, resumamos cuatro razones que desaconsejan
siquiera mentarla en estas circunstancias :
-Primera, la mayor parte de las entidades que nos han metido en este
lío son cajas que tenían una especie de estatuto público y en sus consejos
estaban los políticos de sus comunidades autónomas, los sindicatos y una
representación indirecta de los impositores; ya se ha visto lo que han hecho.
- Segunda, visto lo visto, no hay ninguna garantía –más bien todo lo
contrario- de que una gestión proporcional a la representación formal política —local,
de autonomía, estatal— ofrezca garantías de eficacia.
- Tercera, el coste es tan desproporcionado, en términos absolutos y relativos,
como lo que se ha intentado ilustrar arriba.
- Cuarta, el rendimiento de la inversión en recapitalizar y
nacionalizar será cero.
3.2. Dedicados esos 85.000
millones a crédito directo generarían (a través del expansivo multiplicador del
crédito: los créditos generan depósitos, sobre
los que puede concederse más crédito y así sucesivamente), el suficiente
estímulo como para reactivar la economía. En efecto, aplicando al crédito esa cifra que se pretende enterrar en
capitalización de los quebrados una más que moderada ratio 7/1, se obtendrían
unos 600.000 millones de nuevas operaciones crediticias. Naturalmente, no es
necesario –ni aconsejable— emplear esa cantidad en crédito, pero resulta evidente
que la capacidad de estimular la economía sería enorme. Además, quedaría
espacio para revertir recortes sociales que harían crecer los salarios reales,
a través de la recuperación de los salarios indirectos por prestaciones públicas,
que también contribuirían a recuperar el consumo y la confianza.
3.3. ¿Quién podría realizar esa inyección de
crédito directo? Pues, para no ir más lejos, el Instituto de Crédito Oficial
–ICO— que ya lo intenta hacer indirectamente (dejando un más que sabroso margen
a los bancos privados intermediarios, que así presumen de conceder un crédito
que no dan), pero con una evidente ridiculez, en relación a las necesidades de
la economía real, en los volúmenes. Y si el ICO no llega, inyéctese a los
bancos sanos, con buena rentabilidad para éstos pero con la absoluta exigencia
de que lo apliquen a crédito: que no pase como con las subastas del Banco
Central Europeo, que acaban remansándose en depósitos de los propios bancos en el
propio Banco Central como seguro de liquidez. Sin esa condición, ni un duro. El quién, así
pues, no es problema. El cuánto, 85.000,
hemos supuesto aquí, que es lo que se iba a tirar en recapitalizar lo quebrado —¿y
por qué no suponerlo puesto que el Estado está dispuesto a malgastarlo?—. El cómo
sigue ahora.
3.4. Respecto al criterio para inyectarlo, lo primero y lo
segundo es no olvidarse de quiénes han administrado mal o delinquido; no sólo para que paguen su cacaseno pasado,
sino sobre todo para servir de
advertencia a quienes deberán dar los tan necesarios créditos futuros. Primero,
exíjanse responsabilidades a los administradores bancarios, como ocurrió en
anteriores casos, que han llevado a la quiebra; también a los del Banco de España,
que han sido cómplices con su pasividad
en la función auditora de la banca, que es la esencia de la institución (si no,
¿para qué sirve, si ni fija los tipos de interés?). Segundo, reclámense
ejecutivamente los dineros que se han llevado a su casa por indemnización, por
retiro o por asociación con los especuladores. Tercero —y más importante
incluso que lo anterior–, establézcanse mecanismos profesionales para que ese
crédito fluya a la economía real no especulativa. Los mecanismos que
precisamente faltaron cuando se provocó el enorme agujero de la banca española.
No es difícil dar créditos con profesionalidad, así que tres ejemplos indicativos
bastarán: las empresas que han pagado razonablemente sus créditos en los años
anteriores; las que se comprometan a crear empleo por un plazo determinado; los
particulares que hayan cumplido con sus obligaciones crediticias en relación
con sus salarios. Desde luego, es tan ínfimo lo que significa sobre esas cifras
la deuda de quienes no pueden pagar sus hipotecas —por el paro o por el recorte
de sus salarios directos o indirectos— que, en esos casos, se impone no ya la
dación en pago sino una moratoria indefinida, aunque siempre debidamente justificable.
4.
¿Cómo dejar quebrar un banco?
4.1. Ésta parece la madre de
todas las preguntas, un insondable problema reservado únicamente a expertos
financieros. Pero su respuesta es de sentido común, a pesar de lo que se nos
cuenta: liquidando ordenadamente los elementos de su balance, atendiendo a las
prioridades sociales. Como siempre ha pasado; anda que no han quebrado bancos
en la historia sin que, generalmente, nada pasara más que a sus propietarios.
4.2. La primera de las
justificaciones del despilfarro de la recapitalización de la banca quebrada
siempre es la presunta protección de los depósitos. Se nos dice: el principal
pasivo, la deuda relevante, de los bancos son los ahorros y la tesorería que
los particulares y las empresas tienen depositado en el banco, así que si se le
deja quebrar esos depósitos corren el riesgo de perderse. Pero no es, ni
lejanamente, como nos dicen: precisamente lo que necesita imperativamente ahora
la banca no quebrada es liquidez; y, para obtenerla, están peleando duramente
por los depósitos en el mercado. Por lo tanto, no faltarán bancos dispuestos a
no sólo garantizar sino a pagar razonablemente por esos depósitos. Ni siquiera
haría falta acudir al Fondo de Garantía de Depósitos, puesto que a los
ahorradores les sobrarían los novios solventes.
4.3. Sigamos con el balance a
liquidar. Nos encontramos con los tan imponentes como superfluos activos materiales
bancarios: edificios y oficinas, generalmente en las mejores zonas comerciales
y de negocios del país. Aunque el mercado se encuentre muy deprimido, no faltarían
fondos internacionales dispuestos a adquirirlos a bajo precio. Lo harían,
claro, con ánimo de especular con ganancias futuras, aprovechándose de la
necesidad de la banca condenada y reafirmando su condición de “fondos cuervo”.
Sin embargo, parece peor desmontar derechos, servicios, prestaciones e investigaciones
de carácter público dilapidando los dineros que los financian en rescates
bancarios. Además, y resulta cuestión principal, por mal que se mal vendieran —y
se malvenderían—, esas propiedades inmobiliarias privadas, cubrirían
sobradamente los derechos de los empleados bancarios que quedaran sin empleo,
sin necesidad de acudir a prestaciones de desempleo. No sería la primera ni la última
vez en que la venta de inmuebles comerciales de la banca quebrada sirviera para
garantizar las prestaciones debidas a sus empleados.
4.4. El siguiente, y último, capítulo del balance a liquidar es el de los
créditos. Los hay de tres clases: los definitivamente perdidos (dotados o no),
los recuperables y los que no presentan síntomas de morosidad (todavía y
afortunadamente, la mayoría). No es este el lugar para exponer las técnicas
bancarias y la infinidad de experiencias históricas para gestionar las carteras
bancarias en caso de quiebra. Por abreviar, los bancos sanos de cualquier país
sanean periódicamente sus balances vendiendo las carteras de sus créditos,
incluso los que son intachables en su pago. Lo hacen por vaciar sus balances de
créditos anteriores, lo que les ofrece posibilidades de realizar nuevos créditos.
Existe un gran número de bancos y entidades especializadas diversas que paga
esos paquetes en virtud de sus perspectivas de cobro: con enormes descuentos para lo más incobrable,
menores para los que tienen perspectivas de recuperación y mejores precios para
los que presentan buenos hábitos de pago por los acreedores. Solucionados los
depósitos y los activos inmobiliarios, la venta de los distintos créditos
resulta un negocio inventado, probado, estandarizado. Y, con ello, la liquidación estaría hecha.
(*)23.500
comprometidos en Bankia; 58.400 estimado -según la proporción entre lo
garantizado inicialmente a Bankia (4.465) y lo comprometido finalmente
(23.500)- para Catalunya Caixa, Novacaixa Galicia-Evo; Caja España, Mare
Nostrum, Banca Cívica, CajaSur, CAM (la parte que responde el estado en su
venta al Sabadell), Unnim (la parte asumida por el F G de Depósitos en su venta
al BBVA) y Banco de Valencia. Todo ello sin contar avales del Estado, ni las
previsiblemente duras provisiones
adicionales que exigirán los indocumentados —y metedores de pata históricamente
ridiculizados— auditores privados
extranjeros que ha contratado el Ministro de Economía y Competitividad a su
imagen y semejanza.
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